La frontera sur de EE.UU., una región entre la cotidianeidad y la protesta
INTERNACIONAL
MCALLEN. La
región de El Valle del Río Grande (Texas), en la frontera de Estados
Unidos con México, vive una compleja situación ante la crisis migratoria
causada por la “tolerancia cero” del Gobierno, que, por otra parte, no
parece sorprender a sus habitantes.
Dada su cercanía con el país vecino, lugares como McAllen acostumbran a vivir día a día con el flujo de personas que cruzan la frontera en ambos sentidos, lo que se refleja en la propias calles de la ciudad repletas de señales y carteles en español y que, incluso, quedan paralizadas durante los partidos de la selección mexicana en el Mundial de Fútbol.
Sin embargo, la comunidad local no es ajena a las últimas medidas en materia migratoria aprobadas por el presidente de EE.UU., Donald Trump, que han provocado que más de 2.300 niños sean separados de sus padres cuando trataban de cruzar la frontera o acudían a los puertos de entrada a pedir asilo.
Por ello, desde hace varias semanas, diferentes asociaciones en defensa de los derechos humanos, junto a organizaciones religiosas, desarrollan campañas y movimientos a favor de los inmigrantes en la región.
“Esto no es justo, no es digno, y vamos a dejar claro que no apoyamos esto; hay que cambiarlo ahora mismo porque hay niños separados de sus padres y no existe ley internacional que soporte esto”, comenta a Efe la reverenda María Swearingen, que participa en una protesta en McAllen.
La pastora, que suele oficiar en una iglesia en Washington, toma parte en una concentración frente al Centro de Procesamiento de la Patrulla Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) de McAllen, donde los menores separados de sus familias son enviados previamente antes de trasladarlos a un refugio.
Dada su cercanía con el país vecino, lugares como McAllen acostumbran a vivir día a día con el flujo de personas que cruzan la frontera en ambos sentidos, lo que se refleja en la propias calles de la ciudad repletas de señales y carteles en español y que, incluso, quedan paralizadas durante los partidos de la selección mexicana en el Mundial de Fútbol.
Sin embargo, la comunidad local no es ajena a las últimas medidas en materia migratoria aprobadas por el presidente de EE.UU., Donald Trump, que han provocado que más de 2.300 niños sean separados de sus padres cuando trataban de cruzar la frontera o acudían a los puertos de entrada a pedir asilo.
Por ello, desde hace varias semanas, diferentes asociaciones en defensa de los derechos humanos, junto a organizaciones religiosas, desarrollan campañas y movimientos a favor de los inmigrantes en la región.
“Esto no es justo, no es digno, y vamos a dejar claro que no apoyamos esto; hay que cambiarlo ahora mismo porque hay niños separados de sus padres y no existe ley internacional que soporte esto”, comenta a Efe la reverenda María Swearingen, que participa en una protesta en McAllen.
La pastora, que suele oficiar en una iglesia en Washington, toma parte en una concentración frente al Centro de Procesamiento de la Patrulla Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) de McAllen, donde los menores separados de sus familias son enviados previamente antes de trasladarlos a un refugio.
DIARIO LIBRE
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