lunes, 20 de enero de 2020

“Es un secreto”: La carta de una niña plasmaba los abusos que sufría en una escuela de la Legión de Cristo

“El padre nos empezó a tomar confianza y pensó que éramos muy tontas y que podía hacer lo quisiera con nosotras”, puede leerse del puño y letra de una niña de 10 años. También cuenta cómo Martínez empezó a besarlas y cargarlas entre las piernas. “Cuando llegó a la boca nos preocupamos en serio”.
La niña le contó a su madre, Irma Hassey, lo sucedido con Martínez. No dio muchos detalles y Hassey no se atrevió a preguntar demasiado, pero supo lo suficiente para llamar al superior de los legionarios quien, al día siguiente, apareció en su casa pidiendo perdón, rogando su silencio y ofreciendo sacar al sacerdote de Cancún al día siguiente.
También le preguntó si existía un carta que ella entonces desconocía. “Luego descubrí que le interesaba saber si quedaban documentos escritos como pruebas”, señaló.
Más de 25 años después, Hassey entendió que tanta celeridad en sacar a Martínez de la escuela se debía a que ya se habían acumulado muchas denuncias, incluida la de Ana Lucía Salazar, y que la suya fue solo la gota que colmó el vaso. Hassey dijo avergonzarse de haber aceptado entonces las disculpas del superior de Martínez y, sobre todo, de haber aceptado su pacto de silencio.
Solo cuando Salazar habló públicamente, Hassey supo que sus heridas secretas no eran únicas. El testimonio de Salazar hizo que su hija y otra alumna del Cumbres, Belén Márquez, también hablaran públicamente en noviembre en una conferencia de prensa.
“Sufrí abusos de los 8 a los 10 años. Fueron abusos graduales, continuados y no solo abusó de mí, sino que también fui obligada a ser testigo de los abusos de otras niñas”, dijo López-Antúnez ante las cámaras con la voz temblorosa. Solo entonces su madre, sentada entre la prensa, supo que no había sido un horror puntual, sino que, durante más de dos años “estuve dejando a mi hija en la puerta de un violador”.