martes, 3 de junio de 2014

El drama de los haitianos que buscan regularizarse

Macina Bonheur, una joven de 26 años de  edad, no sabe leer ni escribir. Está entre las personas que ayer asistieron al salón Pedro Mir de la Gobernación de San Pedro para acogerse al Plan de Regularización de Extranjeros.
Durante 20 años, Macina ha vivido en Juan Dolio, San Pedro de Macorís, donde nacieron sus seis hijos, quienes heredaron la ilegalidad de su madre.
Esta joven morena y corpulenta se despertó al alba para ser la primera en llegar a la gobernación, lugar donde inició ayer el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros.
Cuando le tocó  entrevistarse con el personal encargado de llenar los formularios de los inmigrantes, sacó de su diminuto monedero un pedazo de papel roto, su acta de nacimiento, que le fue enviada por su padre desde Haití.
“Yo era una niña cuando mi mamá vino pa República Dominicana y me trajo con ella, mi papá nunca quiso vení”, afirma al tratar de resumir en solo oraciones su larga historia.
Agrega: “Aquí crecí entre haitianos y dominicanos, no conozco Haití, pero  hablo mucho creole porque siempre estuve rodeada de mi gente (haitianos)”.
Macina, con la misma ilusión de cientos de personas que viven la misma situación que ella,  dice que ahora quiere “echa pa´lante pa dale educación a mis hijos y conseguí un trabajo. Estoy en el Plan Nacional de Alfabetización pa aprendé a escribí y lee bien”, narró emocionada la muchacha.
Como la de Macina hay decenas de historias, escondidas detrás de cada persona que acudió al salón de la gobernación. Únicamente cambiaba el rostro y el nombre, pero la realidad es que en el lugar, los haitianos acudieron con entusiasmo a regularizarse, porque anhelan caminar libres sin que se los lleve “la camiona”, trabajar y declarar a sus vástagos.
Esa era Macina. Pero caminado en el salón se podía observar a Jean Claude Saint Jude, quien vino al país en 1992. Narra que al llegar a República Dominicana, el primer oficio que tuvo fue “picar” caña en el ingenio de Consuelo. Sin embargo, agrega que al mermar la industria azucarera se dedicó a la construcción.
Con el mismo entusiasmo de Macina cuenta que quiere adquirir documentos para poder declarar a su hijo Mario, nacido hace cuatro meses en el hospital regional Antonio Musa, fruto de su relación con una compatriota suya.

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