Indigentes al extremo de San Carlos que requieren de ayuda
Las fachadas de las viejas viviendas revelan, de entrada, lo tétrico de la vida de dos hombres, que rodeados de la indigencia extrema, sobreviven en dos inhóspitos lugares en condiciones indignas para seres humanos y animales.
Roberto Montero, de 59 años, permanece inerte en el duro y frío piso arropado de un raído y maloliente cubrecolchón, rodeado de basura. Debido a su inmovilidad, que no se sabe su origen, se hace todas sus necesidades sin moverse, las cuales cubre con su espalda con grandes llagas por causa de la contaminación.
Habla, pero sin mucha claridad ni coherencia. Según vecinos ese es el resultado del consumo de drogas durante años. Allí vive, en la calle Montecristi número 36 de San Carlos, en la capital, en una casa familiar destartalada con su hermano mayor que se dedica a vender periódicos en la avenida México esquina 30 de Marzo.
Los vecinos ya no aguantan el mal olor a materia fecal, a orine, a mugre que sale del lugar y por piedad le tiran algo para que coma. Han dado parte a las autoridades, pero nadie se ha ocupado de que la vida de Roberto sea diferente.
Magalis Padilla, dirigente de la junta de vecinos de San Carlos, cuenta que vio nacer a Roberto en Villa Consuelo, donde antes vivía su familia. Era un joven mecánico y pelotero a punto de ser firmado, pero que el consumo de drogas lo llevó a esa condición.

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