Cultura bajo la COVID o cómo disfrutar de la ópera con mascarilla
Mascarillas,
test, distancia. El vocabulario cotidiano de la pandemia se ha impuesto
también en el centenario del Festival de Salzburgo (Austria), que tiene
lugar bajo un estricto plan de seguridad que complica la organización
pero ha posibilitado su celebración pese a las circunstancias.
Frente
a otras citas culturales que han decidido cancelar este verano, como
Bayreuth, Salzburgo aprovechó el anuncio el pasado mayo del progresivo
levantamiento de las restricciones de aforo para decidir celebrar entre
el 1 y el 30 de agosto su cumpleaños, con menos espectáculos y mucha
seguridad.
Mascarillas en la ópera
El
plan de seguridad incluye la obligación de llevar mascarillas, e
incluso la recomendación al público de usarla durante la función; la
personalización de las entradas, para localizar a los asistentes si hay
contagio; y la suspensión de las pausas, para reducir el movimiento en
los teatros, y las celebraciones tras los estrenos.
"Creo
que a la mayoría del público no les gusta ponerse la mascarilla, pero
cuando nos ven aquí, la sacan inmediatamente y nos sonríen", revela a
Efe uno de los vigilantes en la Großes Festspielhaus, el escenario
principal del Festival, que este año ofrece 110 funciones de ópera,
teatro y conciertos.
Menos público
Además, el aforo
se ha reducido a la mitad y el público se distribuye como en un tablero
de ajedrez, de forma que incluso las parejas se sientan separadas.
"Nunca
me había sentido tan sola durante un concierto, había muchos asientos
vacíos," reconoce Antonia Haslinger, una visitante austríaca, tras un
recital de piano.
El objetivo de estas medidas: un festival de
calidad en lo artístico y sostenible en lo económico, pero en el que
reine la seguridad y la salud.
Para evitar contagios entre trabajadores y artistas se ha creado un sistema de tres grupos: rojo, naranja y amarillo.
Muchos test
El
rojo está formado por quienes, como cantantes y músicos, no pueden usar
mascarilla o mantener la distancia, y se han de realizar regularmente
pruebas de contagio, de las que se han hecho 2.200.
Además, este grupo ha de llevar un diario sobre su estado de salud y con quién han tenido contacto.
"Es
una sensación muy extraña tener que hacernos un test tras cada función.
Tampoco puedo salir con mis compañeros a celebrar nuestro trabajo.
Pero, por supuesto, estoy agradecida de haber podido debutar en el
Festival pese a la pandemia" cuenta a Efe Deniz Uzun, una mezzosoprano
que actúa en la ópera "Elektra", de Strauss.
El grupo naranja
incluye a las personas que pueden mantener la distancia y que están en
contacto con el grupo rojo, pero pueden usar una mascarilla protectora.
En el amarillo están aquellos que pueden mantener las distancia y
utilizar mascarilla en todo momento.
Un caso aislado
El
sistema ha funcionado y hasta ahora sólo se ha anunciado el caso de una
trabajadora, el pasado junio, que se localizó y aisló inmediatamente y
no provocó más contagios.
El ambiente en Salzburgo, que cada año
se llena de decenas de miles de visitantes culturales atraídos por el
Festival, oscila este año entre el alivio por poder celebrarse y la
tensión provocada por la COVID, que ha supuesto un duro golpe al
turismo.
"La pandemia nos ha afectado drásticamente. La ocupación
del hotel está a la mitad, cuando en años anteriores habíamos tenido
que cerrar nuestra página de registro" lamenta a Efe Andreas Gfrerer,
dueño del hotel Blaue Gans.
Impacto en el turismo
Según
la Oficina de Turismo de Salzburgo, la ocupación hotelera en julio fue
del 40 %, frente al habitual lleno total del verano, y se espera que en
agosto suba al 50 %, gracias al imán del Festival.
El evento
cultural ha comenzado justo cuando Austria, un país donde el impacto de
la pandemia ha sido moderado, está registrando un aumento de casos y
varios focos, uno de ellos en la localidad turística de Sankt Wolfgang, a
unos 50 kilómetros de Salzburgo.
Gfrerer explica, por ejemplo,
que muchos clientes que llegan cada año de Estados Unidos les han pedido
ayuda para poder viajar a Salzburgo y que, lamentablemente, les han
tenido que explicar que no se pueden hacer excepciones a las
restricciones de viaje impuestas por las autoridades.
Que siga la música
"La
música debe continuar, aunque sea con mascarillas y una audiencia
reducida. Porque no sabemos por cuánto tiempo será la COVID-19 la que
defina nuestra forma de vida" sentencia Gfrerer, él mismo un gran amante
de la música y del Festival.
Desde su punto de vista de espectador, asegura que esta edición "es muy diferente", pero que se siente muy seguro.
"Los organizadores del Festival han hecho un gran trabajo" asegura el hotelero.
Tampoco
se han dejado asustar Elena y Jorge, una pareja de turistas españoles
de vacaciones por la zona y que decidió espontáneamente acercarse a
Salzburgo.
"Desafortunadamente, no hemos podido comprar ningún
boleto. Ha sido una excelente sorpresa encontrarnos con la pantalla
gratuita, ya que vamos a poder asistir virtualmente, pero físicamente en
Salzburgo, a un estreno" dicen a Efe antes de la transmisión en vivo
del estreno de la ópera Così Fan Tutte.


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