El dilema moral de los puertorriqueños: ¿Irse o quedarse?
INTERNACIONAL
SAN JUAN. La destrucción causada por el huracán María desata un angustioso debate entre amigos, parientes y compañeros de trabajo acerca de si es aceptable desde un punto de vista moral irse de la isla o hay una obligación patriótica de quedarse y ayudar a reconstruirla.
Más de 140.000 puertorriqueños se han ido desde la tormenta del 20 de septiembre y algunos expertos pronostican que les podrían seguir más de 300.000 en los dos próximos años. Esto se sumaría a otro éxodo de proporciones similares ocurrido en la última década como consecuencia de una feroz crisis económica, que representó una enorme pérdida de población para esta isla de 3.400.000 de habitantes.
Muchos de los que parten hacen frente a las recriminaciones de sus compatriotas, que los acusan de abandonar su patria cuando más los necesita.
Nilsa Montes, mesera desempleada, dijo que sus amigos y su familia a menudo hablan mal de quienes se han ido.
“Siempre se les critica porque dicen, ‘Ah, no te quedaste’”, señaló. “Yo no me mudo porque yo no me quito (no me rindo)”.
La consigna de quedarse en Puerto Rico y colaborar en la reconstrucción ha generado un movimiento sociocultural, con la misma consigna que usó Montes: “Yo no me quito”.
Esas cuatro palabras se han transformado en un popular hashtag que se usa en las redes sociales junto a fotos de puertorriqueños que reconstruyen viviendas, distribuyen comida y agua o simplemente descansan en la playa. Algunos que se fueron o planean irse comentan que se quedarían si alguien les diese trabajo, electricidad o agua.
La consigna “yo no me quito” es tan fuerte que cuando Denise Centeno, que dirige el centro de Consejería Familias Hispana de Orlando, Florida, hizo escuchar el tema “Isla Bendita” entonado por un cantante que incluyó esas cuatro palabras, generó una inesperada reacción de sus clientes.
“La gente que vino de Puerto Rico estaba llorando con una culpabilidad horrible”, relató. “Se sienten como que, ‘Ay, me quité (me fui), yo quería quedarme’. Eso pues sí, hiere”.
En una reciente cadena de comentarios en Twitter sobre los méritos de quedarse o irse, un puertorriqueño escribió: “Ustedes, lxs que se fueron, huyan de la ‘catástrofe’ que quienes nos quedamos, levantaremos la bandera aún más alta de lo que ya está”.
La gente que se fue cree que las críticas son injustas.
Carlos Rodríguez, un guardia desempleado y paramédico voluntario, se fue con su esposa y sus dos hijas a la parte continental de Estados Unidos el 2 de noviembre, dejando su casa en Cayey, localidad ubicada en las otrora frondosas montañas del centro de la isla. La familia perdió la vivienda y un auto durante la tormenta y ahora duerme en sillones de la casa de un pariente en Providence, Rhode Island, mientras buscan un sitio permanente para vivir y un trabajo para Rodríguez. Sus padres, no obstante, se quedaron en Puerto Rico.
“Usted no sabe cuánto quisiera poder ayudar a mi familia”, declaró Rodríguez en una entrevista telefónica desde Providence. “Estoy aquí tratando de hacer eso”
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