Liderazgo de Venezuela decae junto con su influencia en América Latina
Esta sugiere que Chávez aportó a la campaña de Humala US$2 millones por concepto de “ayuda revolucionaria”, como en esta se le llama.
Humala, quien asumió la presidencia de Perú en 2011 y dejó el cargo el año pasado, niega haber recibido efectivo de Chávez. Sin embargo, la misiva es un recuerdo de algo más grande: el tiempo en el que Venezuela ejercía influencia. Hace una década, cuando los precios del crudo se dispararon a más de US$100 por barril, la nación sudamericana con las reservas petroleras más grandes del mundo se convirtió en el viejo dadivoso con riquezas petroleras. El insidioso Chávez ofreció sus dádivas desde Bahamas hasta Buenos Aires, comprando así influencia para su revolución izquierdista en contra de Estados Unidos.
Después de esa época murió Chávez (en 2013, víctima de cáncer) y los precios del petróleo se desplomaron. Su revolución en la actualidad parece ser tan tóxica como el gas lacrimógeno que lanzan en las protestas antigubernamentales que surgen en Caracas –y la idea de la influencia de Venezuela en las elecciones de sus vecinos ahora parece risible–. Cuando el presidente Nicolás Maduro envió ayuda alimentaria para las víctimas de las inundaciones ocurridas en Perú en marzo pasado fue ridiculizado en todo el mundo debido a que la escasez prevaleciente en su país es tan grave que el adulto promedio venezolano perdió 8.5 kilogramos el año pasado.
Venezuela está viviendo uno de los peores colapsos económicos en la historia moderna de América Latina debido a la pésima gestión de Maduro. Según el banco central de este país, su economía se contrajo 19% el año pasado, en tanto que su tasa anual de inflación llegó al hiperespacio con 800 puntos porcentuales. La revolución socialista que asumió el poder en 1999 bajo el juramento de levantar a los pobres olvidados y derrumbar a la élite corrupta ha llevado el índice de pobreza al 82% de la población y ha saqueado miles de millones de dólares.
“Jamás vi un declive tan rápido en ningún otro país”, declaró recientemente a WLRN News del Miami Herald, Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). “En ningún otro ámbito, político, económico o social”, agregó Almagro, ex ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, quien se describe a sí mismo como izquierdista, pero supuestamente es el opositor más acérrimo de Maduro fuera de Venezuela. En abril pasado persuadió al Consejo Permanente de la OEA para que emitiera una resolución que, en esencia, declaraba la muerte de la democracia venezolana como respuesta a las medidas que ha tomado Maduro en su desesperación por el desplome del nivel de aprobación a un 20% y que han consistido en la anulación de los poderes legislativo y judicial, la cancelación de las elecciones, la censura a los medios independientes y el encierro de más de 100 personajes destacados de la oposición.
La resolución de la OEA es una señal inusitada de que el resto de los países de América Latina, en un hecho insólito, no está excusando descaradamente al desastroso y dictatorial régimen izquierdista. La región tiene una larga historia de hipócrita desacreditación de Estados Unidos, calificándolo de “imperialismo”, mientras defiende el socialismo represivo. Cuba sería el primer ejemplo, pero ese país preserva un simbolismo romántico –haberse alzado ante la hegemonía de Estados Unidos y la desigualdad social– al cual gran parte de América Latina aún desea adherirse. Venezuela ya no representa ese ideal y, si alguna vez lo hizo, no está obteniendo la aprobación acostumbrada.
Muchos países latinoamericanos más pequeños, especialmente en el Caribe, siguen sintiendo gratitud por la generosidad de Venezuela –y temor ante la forma en que pueda afectarles el fin de la revolución–. Esto sucede en particular entre los beneficiarios de Petrocaribe, el programa de asistencia regional en la dotación de combustible que Chávez comenzó en 2005. Cuando se encontraba en su cúspide, hace cinco años, Petrocaribe envió más de 200,000 barriles de petróleo venezolano diarios a países carentes de energéticos, como Honduras, Jamaica y Cuba, en especial, que recibe la mitad de las exportaciones del programa. Sin embargo, la crisis que ahora enfrenta Venezuela ha cerrado el grifo de manera significativa. Jamaica, que antes recibía 23,000 barriles diarios de Petrocaribe, este año tuvo una asignación que se desplomó hasta los 1,300. La cuota correspondiente a Cuba cayó a más de la mitad, de 110,000 bpd a 53,500. Esa es una de las principales razones por las que el presidente Raúl Castro redujo el consumo de combustible de la isla a una tercera parte –y motivo de la contracción económica de 2016, la primera en 20 años–.
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