Pandillero operaba desde la iglesia donde era pastor evangélico
- Cuando salió de prisión hace tres años, Marvin Adaly Ramos Quintanilla, pareció dar un giro después de un historial de crimen y violencia en las pandillas.
Comenzó a trabajar como asesor de desarrollo comunal de la alcaldía de Ilopango, en la periferia de la capital salvadoreña, y también se hizo de un negocio de venta de autos usados importados de Estados Unidos. Se unió a una iglesia evangélica, en la que se congregaba regularmente e incluso estudió hasta graduarse como pastor.
Pero el 28 julio, Ramos fue detenido junto con varios cabecillas de la pandilla Mara Salvatrucha, declarada por Estados Unidos como una organización criminal trasnacional. Las autoridades también incautaron bienes, miles de dólares, cerraron negocios y congelaron cuentas bancarias, en lo que describieron como un golpe el corazón financiero de la MS 13.
Las autoridades sostienen que la nueva vida de Ramos era solo una fachada y que usó sus credenciales de pastor evangélico para entrar a las cárceles, donde se reunía con otros cabecillas de la pandilla con quienes planificaba actividades criminales.
Con la figura de pastor, dicen los fiscales, buscaba esconder su verdadero trabajo: ayudar a la Mara Salvatrucha a ejecutar sus operaciones en la calle y manejar sus finanzas en un momento en que, en medio de golpes de las autoridades, la pandilla ha avanzado en la diversificación de sus operaciones, lo que incluye ocultar dinero a través de empresas o negocios que funcionaban en una aparente legalidad.
Pero Ramos niega todas las acusaciones y trata de mostrarse como un hombre arrepentido, convertido por Jesús.
“No es cierto que yo sea el financista. No es cierto que yo haya ingresado a los penales. No es cierto”, alegó el pandillero cuando fue presentando ante el tribunal de justicia que lo está juzgando.
“Eso había quedado atrás”, respondió cuando se le preguntó sobre su relación con las pandillas.
Las autoridades presentaron como evidencia en su contra cientos de escuchas telefónicas que implican a Ramos, incluida una de enero en la que supuestamente ordenó el asesinato de tres pandilleros en la prisión de Izalco, en el oeste de El Salvador.
Se conocen pocos detalles de la vida de Ramos, incluyendo el significado de su apodo “Piwa”.
Los que lo conocen prefieren no hablar, porque —dicen— en este país las pandillas están por todos lados y te pueden matar por casi nada. El Salvador registró la mayor tasa de homicidios del año pasado para cualquier país que no está en guerra abierta. La Mara Salvatrucha es una de las pandillas con una amplia presencia en el país y acusadas de la espiral de violencia, junto con las rivales Barrio 18 Revolucionarios y Barrio 18 Sureños.
De acuerdo con un documento de identidad obtenido por The Associated Press, Ramos Quintanilla nació el 22 de mayo de 1980 en San Rafael Oriente, una pequeña ciudad a unos 125 kilómetros al sureste de la capital.
Tras el anuncio oficial del golpe a la finanzas de la Mara Salvatrucha, en una operación denominada “Jaque”, Ramos llevaba una camisa de vestir de manga larga que ocultaba los tatuajes en sus brazos, los cuales fueron visibles cuando se presentó a los medios el día después de su detención. Sonriendo, tomó la mayoría de las preguntas de los reporteros aunque dio respuestas recortadas.
Casi sin querer hablar, Ramos dijo a la AP que era de Soyapango, un barrio conocido por su peligrosidad al este de San Salvador, visto por algunos como un área de reclutamiento de la banda. Dijo que sus padres ya no radican ahí, pero no respondió cuando se le preguntó si todavía estaban vivos.


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