Aumenta cantidad de minusválidos pedigüeños
Sin piernas, arrastrando una silla de ruedas y desprotegido del Sistema de Seguridad Social, Winller Daniel Ruiz Tolentino, de 22 años de edad, pasó hace unos meses a formar parte de cientos de personas ciegas, minusválidas, enfermas mentales y con enfermedades catastróficas, de todas las edades, que se ganan la vida mendigando en las principales calles y avenidas de la capital. Llegan de diferentes barrios de la ciudad y del interior del país a enfrentar los mismos afanes y tropiezos que quienes se levantan día tras día para asistir a un trabajo remunerado. Las esquinas de las avenidas Máximo Gómez, 27 de Febrero, Abraham Lincoln, Winston Churchill, Gregorio Luperón, Independencia son sus principales refugios.
“Como buenos compañeros” se distribuyen las esquinas y ese acuerdo debe ser respetado por todos. De lo contrario, llegan los conflictos por el territorio. Para las personas con dificultades motoras y de visión, la primera batalla consiste en lograr llegar a la esquina escogida, en las primeras horas de la mañana, “porque no todo el mundo se dispone a transportar un pasajero en una silla de ruedas o con dos muletas”. Tampoco es fácil moverse constantemente entre vehículos, durante un día entero y luego trasladarse a casa en un viaje al interior del país.
Las inclemencias del Sol y el agua, el hambre y el agotamiento se vuelven a veces insoportables, cuentan. Fernando Albino, de 31 años de edad, viaja todos los días desde Bonao a la capital con su muleta en la mano para buscar el sustento de sus dos hijos y su esposa, apelando a la caridad. Perdió la pierna derecha a los 11 años de edad, cuando fue atropellado por un vehículo. También, tiene inhabilitada la mano derecha.
“Pedir no es fácil”, afirma y asegura que, a pesar de sus precarias condiciones físicas, estaría dispuesto a trabajar ganando un salario que le permita atender las necesidades de vivienda, salud y educación de sus hijos, de 10 y 13 años de edad. “Con 3 mil pesos a la quincena no es posible mantener una casa”, afirma.
Albañil de profesión, Carlos Pérez, de 53 años edad, reside en el sector de Cristo Rey, en la parte alta de la ciudad. Sin esposa y sin hijos que le protejan, se mueve arrastrando el pie izquierdo, como resultado de un grave accidente de trabajo en el taller donde laboraba.
Asegura que las molestias y los dolores que le provacan las dolencias en el pie le impiden trabajar y llevar la vida normal que anhela.
Asegura que las molestias y los dolores que le provacan las dolencias en el pie le impiden trabajar y llevar la vida normal que anhela.
UN APUNTE
En total desamparo
Winller Daniel Ruiz Tolentino, de 22 años de edad, contó que perdió las piernas el 18 de agosto del 2011 en un accidente de motocicleta y que, al salir del hospital, no le quedó otra alternativa que apelar a la caridad y la generosidad de nacionales y extranjeros, para seguir viviendo y costear la manutención de dos hijos y su madre. Las posibilidades de conseguir un empleo se redujeron drásticamente, en una nación donde estar empleado es un privilegio. “Nadie me daba trabajo”.
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